26.4.06

Cercas y Extremadura

Dos textos muy reveladores sobre la relación de Javier Cercas y Extremadura, extraído de uno de los artículos de su recién publicado libro La verdad de Agamenón, y al que prometo volver cuando lo acabe.

"... en todo este tiempo no he sabido o no he podido dejar de ser extremeño; para qué mentir: quizás es que no he querido. No me siento particularmente orgulloso de ello; no me parece que ser extremeño (como ser catalán, o islandés) pueda constituir motivo de orgullo: es simplemente una fatalidad de la historia, o de la biología, o de las dos cosas a la vez. Pero -para qué mentir - tampoco me avergüenzo de serlo."

"Lo cierto es que en los últimos cuarenta años los extremeños, incluidos los que no hemos podido o sabido o querido dejar de serlo, hemos contruido también la prosperidad de Cataluña, de Madrid, del País Vasco. Esto no es una bravata: es sólo un hecho. Últimamente se habla mucho de la España plural, del Estado Federal, de la solidaridad interterritorial. No creo equivocarme tampoco si afirmo que nadie es menos partidario que los extremeños de una España férreamente centralista, porque nadie ha disfrutado más de la descentralización que el Estado de las Autonomías ha propiciado, permitiéndoles por primera vez en la historia velar por sus propios intereses, lo que les ha enseñado que la vida también está en Extremadura y en consecuencia ha cortado la sangría. No entiendo mucho de números, pero si es verdad, como dicen, que las comunidades más opulentas están ayudando a Extremadura a superar su pobreza y su atraso eternos, ello no puede ser más justo, entre otras cosas porque sólo significaría que comunidades como Cataluña, Madrid o el País Vasco le están devolviendo a Extremadura una parte de lo que Extremadura les dio."

9.4.06

En Las Ramblas

Recuperación

Si para algo me ha venido bien esta inactividad profesional reciente (aún conservo una leve molestia por un esguince que comenzó en Zaragoza, pasó por Barcelona, Madrid, Plasencia y espero termine bien pronto, en Granada), es para dejarme tiempo y leer con todo el día por delante. Entre ellos, a César Simón, el maravilloso poeta de la otra generación del 50, como la llama Vicente Gallego en una publicación reciente; a Juan Marsé y sus Rabos de lagartija, en las ruinas del Carmel; a Capote, y a Auster, neoyorquinos universales, si no es tautología. De Brooklyn Follies, la nueva entrega del escritor de Nueva Jersey, diré que supera a su novela anterior, La noche del oráculo. De hecho, casi logra alcanzar momentos tan adorables como los de Hector Mann en El libro de las ilusiones, sin duda una de sus mejores creaciones. Auster consigue, como siempre, levantar todo un mundo, elaborado a base de realidad y buena literatura, haciendo que el eje de la acción vibre de un lado a otro, y haciendo que un barrio se convierta en todo un fortín, en donde la muerte no es más que un simple cambio de perspectiva. Sus personajes, fieles al autor, continúan siendo rescatados un minuto antes de su salto al vacío. Y de nuevo, el paisaje humano y la ficción logran salvarle del impacto con la tierra.
En fin, no hay mal que por bien no venga. De hecho, esta semana y media recostado en el sofá, me ha dejado viajar a Brooklyn sin apenas necesitar muletas.