28.1.08

Superviviente

De la entrevista que sacó ayer el diario Público al siquiatra Luis Rojas Marcos hubo un par de cosas que me llamaron la atención. Una de ellas, su declaración de amor a la ciudad; la segunda, su apuesta por cambiar de terminología: en lugar de "víctimas", supervivientes. Una estupenda forma de no aferrarnos al verdugo y seguir hacia delante. Extrapolándolo a terrenos más banales, siempre es mejor considerarse un superviviente, que una víctima del sistema.

22.1.08

Las afinidades electivas

Desde hace poco más de una semana, y gracias a la mención del poeta Juan Salido Vico, fui invitado por Agustín Calvo Galán a participar en su página Las afinidades electivas. Se lo dije en persona y lo comento también ahora: es increíble el trabajo que tiene detrás. Y ya lleva un año. La idea de recopilar a autores a partir de sus propias sugerencias nació en Argentina. Ahora, en España, aunque incluya a autores latinoamericanos, ya cuenta con casi cuatrocientas entradas. Una labor incansable si se tiene en cuenta que es una página que nunca descansa, una bola de nieve que crece cada día y que, de paso, ha democratizado el panorama poético actual. Ánimo, Agustín.

21.1.08

Las partículas elementales

Las partículas elementales, de Michel Houellebecq, es un libro que no deja indiferente al lector. El mismo autor, creo, tiene esa fama: o le detestan o le adoran. Por el momento, sólo he leído esta novela, y la sensación ha sido extraña. Lo curioso, en mi caso, es que su lectura me ha servido para criticar a aquellos que le critican y para seguir criticando a aquellos que le alaban. Ya digo, ha sido extraño. Aunque sea una novela dedicada al ser humano y me sienta alejado de lo que cuenta, aunque me sienta homenajeado por hablar con particular ternura de esta especie en extinción que vamos siendo todos. El mundo feliz se acaba.

14.1.08

Ángel González

Poco después de dejar el río Tevere y marchar hacia una de las plazas más hermosas de Roma, Campo de Fiori, pregunto al quiosquero por los diarios españoles. El único, El País. Me sorprendió ver en primera página a Ángel González. Premio o muerte.
A menudo pienso que la llamada generación del 50 me enseñó a leer, y que la otra generación, la menos conocida, la de de Simón o Gamoneda (o más lejos Gil-Albert), me enseñó a escribir. El primer libro de poemas que recuerdo haber comprado fue en el 95, en unas vacaciones estivales en Granada, en la desaparecida librería Urbano. Tenía una portada curiosa. Era una antología de Ángel González, publicada en Alianza Editorial. Me pilló por sorpresa su inquietante cercanía, muy del gusto de un adolescente que siempre estaba en otra parte, alguien que veía alejarse una infancia feliz y se cuestionaba por primera vez el sentido de la vida. De él salté a Gil de Biedma, y de Gil de Biedma a José Agustín Goytisolo y de éste a Brines. Luego vinieron Caballero Bonald, Valente y Claudio Rodríguez. No sé si también Barral. Pero Ángel González fue el primero. De él he de decir, de paso, que memorizo un poema, algo que comparto con el mítico texto de Gil de Biedma "No volveré a ser joven". El poema se llama "Muerte en el olvido". Su final aparece como cita en el libro que publico ahora en la Editora Regional. Que quede, al menos, escrito en esta isla, también, lejana.

Muerte en el olvido

Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu pensamiento me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también sencillo
y bondadoso.
Pero si tú me olvidas
quedaré muerto sin que nadie
lo sepa. Verán viva
mi carne, pero será otro hombre
-oscuro, torpe, malo- el que la habita...

8.1.08

Regreso

Alguien dijo que lo mejor del viaje era el regreso. Por el contrario, opino que todo viaje es regreso, y lo que se entiende como vuelta es simplemente los últimos coletazos de ese retorno que comenzamos al planear nuestro viaje. Eso, al menos, me ocurre a mí, o eso, al menos, me ha ocurrido estos días navideños en los que aprovechamos para volver a Portugal. A varias ciudades: Guimarães, Braga, Viana do Castelo, Buçaco y Viseu. Como siempre, uno tiene la vaga conciencia de que por fin, allí, se ha encontrado el lugar. Todo lo demás parece una espera. Suerte que, una vez en Barcelona, esté en inestimable compañía. También literaria: recibí en el correo el poemario Borrando márgenes, de Efi Cubero. Leerlo es, en suma, volver a ser lo que dejé días atrás. De momento.

1.1.08

César Simón, un poema

Los ruidos

Cuando uno se ha sumergido largos días
en las cosas, pasando los ojos por las aristas
de los muebles, por las superficies;
cuando uno ha estado largo rato detenido
en cualquier lugar de tránsito, un pasillo,
o en el cuarto de baño, de pie, frente al espejo,
contemplando vagamente el blanco
del lavabo,
sin pensar en realidad en nada,
inmerso en los rumores que van llegando:
una moto lejana,
una puerta metálica, al cerrarse,
el melancólico silbo del tren;
uno se dice: esto... Yo..., A palpas,
con un telo en los ojos, tal vez abiertos
a un mundo más lejano, como un radar orientado
a lo más decisivo: el vago gesto
de alguien que dijera: arriba,
el mar, los años, esas piedras
de los pretiles.


De "Erosión" 1968 - 1971